Carta de S.S.
Juan Pablo II por los 350 años de la venerada imagen del Sr. de los Milagros
Vaticano, 21 de
septiembre de 2001
Al Señor Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima
1.
Con motivo de las especiales
celebraciones que tienen lugar al cumplirse el 350° aniversario de la imagen
del Señor de los Milagros, patrono de Lima y venerado en el Santuario de Las
Nazarenas, deseo hacer llegar un afectuoso saludo a esa comunidad cristiana
que, bajo la guía de sus Pastores, da gracias a Dios por los beneficios
recibidos durante siglos y, especialmente, por el don de la fe, robustecida con
la ayuda de esa devoción hondamente arraigada en tantas generaciones limeñas.
Así como antaño
las gentes de toda condición y origen, sencillas o nobles, pusieron confiadamente
sus ojos en el Cristo doliente en la cruz y acudían con fervor a Pachacamilla,
también hoy se invita a los cristianos a no quedarse en meras palabras, sino
que contemplen el rostro del Señor, reflejen su luz y lo hagan resplandecer
ante las generaciones del nuevo milenio (cf. Novo millennio ineunte, 16. 28).
2.
Por eso me satisface saber que
esta significativa conmemoración, centrada sobre todo en la llamada
"Cuaresma Limeña", tiene un carácter eminentemente jubilar, de gracia
y de perdón, de conversión sincera y de reconciliación, con el propósito de
vivir profundamente el misterio de la cruz en la cual Cristo ha redimido a todo
el género humano.
En efecto, en
Él está la salvación al vencer en la cruz el pecado y su poder tiránico, para
que todos participen con Él en la gloria de la resurrección. Ésta es la
experiencia de los devotos y peregrinos, agobiados a veces, por el peso de sus
faltas, de su debilidad o de otras muchas preocupaciones que atenazan su
corazón. Ellos sienten muy dentro las palabras de Jesús: "Venid a mí..., y
yo os daré descanso" {Mt 11, 28). Junto a Él, con la fuerza de la gracia
que nos sigue dispensando abundantemente, especialmente a través de los
sacramentos, hallaremos también nosotros el arrojo de Pedro para adentramos de
nuevo en las aguas, a pesar de los presentimientos más sombríos (cf. Le 5, 4).
3.
En esta circunstancia, me siento
unido espiritualmente al gozo de tantos limeños y peruanos por esta oportunidad
singular de encontrarse de nuevo con Cristo, que ha querido manifestar su
cercanía entrañable a través de esa imagen secular, exhortándoles ardientemente
a renovar su fe y a fortalecer su esperanza. Cada uno de ellos, como también el
pueblo peruano en su conjunto, no ha de caer en el desánimo ante las circunstancias
adversas ni buscar extraños e ilusorios refugios. Las palabras de Jesús siguen
siendo fuente inagotable de vitalidad: "En el mundo tendréis .tribulación.
Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33).
Ruego al Señor
de los Milagros que proteja a los limeños, convierta a quienes llevan a hombros
su imagen en portadores de Cristo también con su fe y su testimonio de vida
intachable, transforme en verdaderos imitadores de Jesús a quienes visten la
túnica nazarena y derrame su gracia sobre cuantos le invocan con devoción.
Mientras
encomiendo a la Virgen María, la más fiel seguidora de su Hijo hasta la Cruz, a
la Comunidad carmelita que continúa la tradición de las "fíeles guardianas
y cuidadoras" de la venerada imagen, así como a los Pastores y fieles de
Lima, les imparto con afecto la Bendición Apostólica.
Vaticano, 21 de septiembre
de 2001, fiesta de san Mateo, Apóstol.
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